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La colección de abanicos está formada por un total de 1612 abanicos concentrados principalmente en el Palacio Real de Madrid y, en menor medida, en el Palacio Real de Aranjuez y Real Alcázar de Sevilla. Representa la colección pública más numerosa que se conserva en España, y una de las más relevantes por su variedad, calidad y maestría técnica.

Aunque varios de estos abanicos pertenecieron a las reinas e infantas de España, durante la Guerra Civil se mezclaron con otros de particulares que habían sido almacenados por el Servicio de Recuperación Artística en los sótanos del Banco de España. Este conjunto fue repartido en 1967 entre Patrimonio Nacional y el Museo Nacional de Artes Decorativas.

La colección permite rastrear la historia del abanico desde la primera mitad del siglo XVIII hasta el primer tercio del siglo XX. Del período Rococó se conserva un magnífico conjunto de abanicos con varillajes lujosos de nácar y marfil, y países de contenido mitológico, bíblico y de la Historia Antigua. De la espléndida colección de Isabel de Farnesio quedan dos ejemplares montados y otros veintiuno enmarcados como pinturas por expreso deseo de esta reina.

A los reinados de Carlos III y Carlos IV corresponden algunos de los abanicos más originales, la mayoría de origen francés e inglés, con chinerías, bodegones y trampantojos, o los españoles de la Vista de Madrid y el propagandístico de la actriz Rita Luna. Del último cuarto del siglo son los neoclásicos de cartelas galantes diferenciadas -estilo Luis XVI-, o los de inspiración pompeyana y del Grand Tour, con ruinas y paisajes italianos de notable calidad.

Del primer cuarto del siglo XIX se conservan abanicos representativos del estilo Imperio, como los de baraja del tipo de catedral y otros pintados con escenas de la Antigüedad. El estilo evoluciona hacia el abanico romántico o “cristino”, alusivo a la reina María Cristina de Borbón, cuyos varillajes de marfil, hueso, nácar y metal con esmaltes, soportan países estampados y coloreados de asunto femenino, amoroso y doméstico.

El grupo de abanicos del reinado de Isabel II se caracteriza por el recargamiento decorativo, visible tanto en los varillajes como en los países seriados con estampaciones cromolitografiadas, aunque sobresalen algunos modelos de palmetas y otros firmados por José Colomina. Muy abundante es el grupo de abanicos orientales, especialmente los chinos de baraja lacados y del tipo de las cien caras, con varillajes de madera tallada, marfil o metal dorado en todas sus variantes; y de finales del siglo, los soberbios abanicos japoneses de baraja del tipo zoge-ogi.

La colección de abanicos alfonsinos destaca por la calidad de los materiales y de los países, muchos pintados por artistas conocidos. El repertorio de temas se amplía notablemente, destacando los paisajes y vistas de monumentos, los cuadros de costumbres, bodegones y eventos conmemorativos como la boda de María Cristina de Habsburgo con Alfonso XII, el Bautizo de Alfonso XIII o la visita de la citada reina a la ciudad de Valencia. Las nuevas modas europeas finiseculares están representadas en la colección con un nada desdeñable conjunto de abanicos de encaje y tafetán pintado, abanicos florales de época modernista y abanicos de plumas de avestruz y otras aves exóticas. De este momento se conservan varios abanicos de las infantas Eulalia y María Teresa, con sus nombres o iniciales marcados en las guardas y países.

Los abanicos del siglo XX son en general de carácter más popular, con representaciones castizas, taurinas, festivas e infantiles. No obstante, algunos se distinguen por su calidad como los suministrados a la Corona por la casa madrileña de Bach, con ejemplares de Vistas de los Palacios Reales, coreografías teatrales y escenas de costumbres.

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