Fernando VI continuó con la tradición iniciada por su padre encargando desde su juventud, sobre todo a John Ellicott y George Graham, importantes ejemplares de caja alta, de sobremesa y de bolsillo. Tal fue el interés del monarca por los relojes que el maestro relojero Pierre Jaquet-Droz viajó desde Suiza para presentarle seis relojes, uno de ellos conocido como El Pastor por el grupo de autómatas que decora su caja. Durante su reinado comenzaron a llegar también a la Corte ejemplares procedentes de Francia, escuela relojera que sustituirá a la inglesa en el gusto de los sucesivos monarcas.