Silver and precious metals

La colección de plata y metales de Patrimonio Nacional

Los monarcas españoles reunieron un cuantioso número de piezas labradas en oro y plata, enriquecidas a veces con piedras preciosas. Entre las piezas más antiguas conservadas se encuentran una corona y una cruz procedentes del tesoro visigodo de Guarrazar. En el Alcázar madrileño y en los monasterios reales se atesoraron durante siglos estas ricas piezas realizadas en metales nobles.

Muchas de estas obras fueron vendidas por Felipe V para financiar la guerra de Sucesión. Otras desaparecieron poco después en el incendio del Alcázar en 1734 y algunas más fueron fundidas y transformadas por los propios plateros, siguiendo la práctica habitual de aprovechar el metal para fabricar nuevos objetos.

A finales del siglo XVIII se fundó la Fábrica de Platería de Madrid dirigida por Antonio Martínez bajo patrocinio real. Fue el intento más serio y duradero de industrialización de la España del siglo XVIII en el ámbito de la platería, de acuerdo con el espíritu ilustrado del siglo. La fábrica se encargó de hacer piezas para el servicio del rey Carlos IV, Fernando VII e Isabel II.

De la primera época se conservan pocos ejemplares porque las ricas vajillas, los objetos de tocador y casi todas las piezas de uso religioso fabricadas antes de 1808 desaparecieron durante la Guerra de la Independencia, cuando el rey José Bonaparte mandó fundirlas para cubrir los gastos de la contienda. En la segunda etapa de la Fábrica, tras el fallecimiento del fundador, se ejecutó el exquisito juego de tocador de María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, regalado a la reina por el Ayuntamiento de Madrid con motivo de su compromiso en 1815. Además los monarcas adquirieron una gran variedad de objetos para el servicio de la mesa y otros conmemorativos y de recuerdo.

La decoración de los palacios reales y de las casas de recreo propició la incorporación de destacados adornistas italianos y broncistas nacionales y extranjeros. Para el servicio de mesa surge el surtout, conjunto de elementos de orfebrería que servían de soporte y contenedor de alimentos, como los dulceros, saleros, compoteras y recados de vinagreras. Con el paso del tiempo, los surtout perdieron su función utilitaria y se convirtieron en preciosos objetos de decoración, destacando por su exquisitez Pierre-Philippe Thomire.

Durante la segunda mitad del siglo XIX el comercio con Francia e Inglaterra propició la importación masiva de vajillas, servicios de mesa y objetos de adorno. De talleres españoles son las vajillas y juegos de café de Marquina y Espuñes, el servicio de mesa realizado por Francisco Marzo para los banquetes oficiales del rey Alfonso XII y la cubertería que aun se utiliza en las cenas de Estado. Las piezas adquiridas a Charles Christoffle y a la firma inglesa Mappin y Webb completan esta colección que alcanza hasta 1931.

En el apartado de joyería destaca el valioso conjunto conocido como Tesoro de la Virgen de Atocha, integrado por rostrillo, resplandor y dos coronas, para el Niño y la Virgen, regalo de la reina Isabel II a la Virgen a manera de exvoto, tras salir ilesa de un atentado en palacio.

Entre los objetos domésticos de metal, llama la atención la colección de útiles y contenedores de las cocinas reales, sobre todo de la existente en el Palacio Real de Madrid. La abundante variedad de objetos de cobre, hierro y estaño responde a los distintos usos culinarios de la conservación y preparación de alimentos, tanto en la cocina como en la repostería, con un espléndido repertorio de moldes, o en la cava.

La colección de relicarios de Patrimonio Nacional

La devoción personal de los monarcas y su afán por propagar la fe católica propiciaron la acumulación en los monasterios y conventos reales de una gran colección de reliquias, custodiadas en lujosas cajas labradas en oro, plata y bronce, con adornos de piedras preciosas, coral, marfil y maderas finas.

Uno de los relicarios más antiguos es el Lignum Crucis conservado en el Palacio de la Almudaina. Fue fabricado en estilo gótico francés y adornado con esmaltes traslúcidos. El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial reúne la mayor parte de las piezas adquiridas durante los reinados de Carlos V y Felipe II, destacando los dos grandes altares relicarios de los testeros las naves laterales de la basílica. Se construyeron a modo de retablos, en forma de trípticos y con acceso también desde su parte trasera, la cual daba directamente a los pasillos de las habita¬ciones privadas del rey y de la reina.

Las hermanas de Felipe II, doña Juana de Austria y la emperatriz María, atesoraron en las Descalzas Reales ricos relicarios comprados a lo largo de su vida en Roma, Viena y Praga. Se exponen en una sala especial de forma escalonada desde el suelo hasta el techo abovedado. La pieza más destacada es la preciosa arca de plata dorada, obra del platero alemán Wenzel Jamnitzer, que perteneció a la recámara nupcial de doña Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II, ofreciéndose al monasterio para guardar los restos de San Víctor.

El Monasterio de la Encarnación reúne un singular y rico conjunto de relicarios de distintos materiales, dispuestos en armarios vitrinas que cubren las cuatro paredes de la habitación. Los más valiosos corresponden a los siglos XVII y XVIII, predominando las tipologías de arqueta, ostensorio y templete.

En el siglo XVIII se adquirió un espléndido conjunto de relicarios italianos, con profusión de rocallas, temas vegetales, espléndidos relieves y figuras de bulto redondo, realizados tanto en plata como en bronce dorado que se conservan, casi en su totalidad, en el Relicario del Palacio Real de Madrid.

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