La escena representa el momento en que Jacob recibe a sus hijos, que le presentan la túnica talar de su hermano José, manchada con la sangre de un cordero. Jacob, sentado en un pequeño solio sobre una bella alfombra, muestra su dolor en el rostro y en el gesto de sus brazos. Además de los dos hermanos que muestran la túnica ensangrentada, aparece otro de espaldas al espectador, en primer término, simulando fingir un llanto, mientras dos más, casi abocetados, se recortan sobre un fondo liso, que posiblemente el pintor había pensado que fuera prolongación del paisaje que se vislumbra a través de la ventana. Un perrillo ladra a los mentirosos hermanos, como si olfateara su traición.
El cuadro fue pintado en 1630 por Velázquez en Roma, durante su primer viaje a Italia, junto a la Fragua de Vulcano (Prado N. 1171). Los dos coinciden en componer una historia de grandes dimensiones, organizada en friso, con algunos modelos semejantes, figuras de pies, enteras, de diversas actitudes, centrando su interés por el académico estudio del desnudo masculino visto desde distintos ángulos. Velázquez pudo disponer de multitud de sugerencias de otras composiciones de artistas que había conocido en Italia, como el Guercino u otros pintores del academicismo romano-boloñés, tan de moda en la Roma de aquellos momentos, pero el resultado es absolutamente personal e independiente, tanto en los aspectos estilísticos como iconográficos. Así lo demuestra también el bellísimo paisaje que se asoma a través de la ventana del fondo de la escena de La Túnica, que nos anuncia al Velázquez de unos años después. Las dos pinturas reproducen fielmente los textos bien distintos en que se basan –las escrituras sagradas de la Biblia y la mitología clásica-, pero el origen de la trama de ambas historias es la envidia, la de los hermanos de José ante el favor de Jacob por éste y la de Apolo ante el de Venus por Marte.
Las dos pinturas, junto a otras dieciséis más traídas de Italia por Velázquez, fueron adquiridas por 1.000 ducados por Jerónimo de Villanueva, protonotario de Aragón, para Felipe IV, según figura en la Relación de los gastos de las pinturas y otras cosas que se compraron … para el adorno de Buen Retiro de 1634. Ambos cuadros se enviaron al Palacio del Buen Retiro, pero La túnica pasó pronto al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial con la remesa de obras de temática religiosa, que continuó enviando Mariana de Austria tras la muerte de Felipe IV, situándose concretamente en el Capítulo Vicarial, donde hoy puede contemplarse.