La historia y andadura de este Cristo de Bernini están documentadas en la biografía publicada en 1682 por el italiano Baldinucci, que lleva por título Vita del Cavalieri Giovanni Lorenzo Bernini, y años más tarde, en 1713, vuelve a ser recordada en la biografía escrita por el propio hijo del escultor, Domenico Bernini. Baldinucci, al enumerar las esculturas realizadas por Bernini, describe un gran crucifijo de bronce, realizado a instancias del rey de España, con destino a la Capilla del “Sepolcri del Re”, y otro similar que había fundido para él mismo y que más tarde regaló a su amigo el cardenal Pallavicino.
Se trata de un Cristo de tamaño casi natural, denominado “académico”, pues la efigie en bronce mide 140 cm. de alto. Está sujeto con tres clavos, la cabeza inclinada sobre su hombro derecho y con diminuta corona de espinas, haciendo cuerpo con la cabellera. Presenta la boca entreabierta y los ojos semicerrados, con una expresión serena y cuerpo suavemente modelado con la llaga en el costado derecho, apenas perceptible. El perizonium o paño de pureza cubre su desnudez, anudado en el centro con gracia muy barroca y pequeño vuelo sobre su cadera izquierda. La cruz de madera lleva el rótulo en bronce con el INRI guarnecido por molduras enrolladas y veneras. El desnudo resulta demasiado tenso para estar muerto y la hermosa cabeza, de expresión serena y noble, presenta una cabellera y barba labradas con gran virtuosismo, como es habitual en las obras de Bernini.
Se suponía que fue el pintor Velázquez, en su primer viaje a Italia, quien contactó con el escultor para que realizara un Cristo con destino al rey de España Felipe IV. Sin embargo, las últimas investigaciones han dado a conocer que la única obra de Bernini en España fue encargada por el duque de Terranova durante su embajada en Roma (1654-1657). El rey quedó tan satisfecho con el trabajo de Bernini que le recompensó con un collar de oro.
Gracias a los historiadores que describen la historia del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, podemos recomponer las vicisitudes de este Cristo y conocer los cambios de ubicación a los que fue sometida la obra. En 1657, el Padre Santos, sin dar los nombres de los autores, conoció dos Crucifijos de bronce dorado, el uno en la Sacristía, el de Tacca, y el que estaba en el Panteón, el de Bernini, que unos años más tarde, en 1659, sería sustituido por el de Guidi. Los textos del Padre Ximenez de 1764 repiten lo dicho por el Padre Santos y fue Antonio Ponz en 1765, quien al describir la Capilla del Colegio dice: “hay un excelente Crucifijo de bronce algo menor que el natural, y este ha de ser el que Felipe Baldinuci, en el catálogo de las obras del gran profesor Lorenzo Bernini, dice que hizo para la real capilla del señor Felipe IV, en donde expresa el tamaño, y materia de la figura, y se colige también por su artificio, y por la circunstancia de haber estado antes en la capilla del panteón, que naturalmente será la que quiere expresar Baldinuci”.
Así pues el Cristo de Bernini estuvo colocado durante un breve periodo de tiempo en la Capilla del Panteón y de allí pasó a la Capilla del Colegio, donde ha estado custodiado hasta el año 2007. Actualmente se puede contemplar en la Celda Prioral Baja rodeado de los cuadros de El Bosco, magnífica colección de pinturas coleccionadas por Felipe II, primer impulsor de la obra de El Escorial, continuada y terminada por Felipe IV con la construcción del Panteón Real, en origen presidido por el Crucifijo de Bernini.