Milán se convirtió a finales de la Edad Media en uno de los principales centros productores europeos. En la segunda mitad del siglo XV comienza a documentarse en ella a la familia Negroli, máximo exponente de las armas de parada renacentistas durante la primera mitad del siglo XVI. Esta celada a la italiana es uno de los primeros encargos expresamente forjados por el taller familiar para un miembro de la familia real española. Hace juego con otra celada a la alemana decorada de manera análoga también conservada en la Real Armería (cat. D.13). La procedencia del taller milanés se atestigua por una marca en forma de dos llaves cruzadas sobre la calva. La superficie está guarnecida con placas de acero ricamente recubiertas de plata sobredorada con una exuberante decoración grabada y nielada de roleos y lacerías, enmarcados por un cordón de lacerías de inspiración islámica, a igual que las bandas de filigrana inscritas por pequeñas palmetas que delimita el borde inferior. La cresta está guarnecida con un casquete abierto de tres piezas dotado de un portapenacho hoy incompleto.
Por su decoración es una de las armas de lujo más sofisticadas y cosmopolitas del tránsito del medievo al Renacimiento. En ella el taller de Negroli aunó dos de los principales gustos estéticos que concurrían en la corte española: el influjo italiano y las referencias a la tradición hispana mediante elementos de origen islámico. Estas connotaciones hispánicas y su procedencia han permitido suponer que perteneció a Felipe el Hermoso. Probablemente fue encargada con ocasión de su boda con Juana de Castilla. Por el carácter orientalizante de la decoración también fue vinculada en el siglo XIX sin fundamento a Boabdil, ultimo sultán de la Granada musulmana.