El interés de los monarcas por la ornamentación de los Reales Sitios también se vio reflejado en la decoración de los espacios dedicados al culto religioso. Con destino a la basílica de San Lorenzo de El Escorial se realizaron durante el reinado de Isabel II un conjunto de alfombras que responden al llamado estilo isabelino, caracterizado por los contornos sinuosos y la profusión de elementos dorados que se combinan con guirnaldas y coronas de flores.
Se conservan al menos tres alfombras de similares características que fueron realizadas para diferentes espacios de la basílica del monasterio. En todas ellas se incluyó como elemento decorativo central, rodeado por coronas de flores, la parrilla y la palma, símbolos que aluden a la muerte del mártir San Lorenzo. En este ejemplo, destaca el campo cuadrilobulado tomado del arte gótico, que domina gran parte de la alfombra, así como la profusión de roleos dorados inspirados en las decoraciones de bronce empleadas en el mobiliario. Destaca un recurso poco habitual como es la ubicación de guirnaldas sobre la cenefa exterior de tonos azules.