Representa un pasaje del Evangelio de San Juan (4, 1-40), en el que Jesús, camino de Samaria, se para a descansar junto a un pozo y le pide agua a una mujer, que era considerada adúltera. Según las antiguas tradiciones hebraicas estaba prohibido que los judíos tuvieran contacto con los samaritanos, pero Cristo desobedece esta norma y pide agua a la mujer, quien le ofrece el jarro sobre el brocal del pozo. Este episodio sirve al artista para hacer una composición de figuras elegantes, casi en danza, con alguna referencia al paisaje, mediante el árbol situado detrás de la figura de Jesús. Los trazos de los personajes presentan una gran suavidad y dulzura, acorde con el mensaje que quiere transmitir: “todo el que beba de esta agua no volverá a tener sed y vivirá eternamente”, según las enseñanzas del Evangelio.
Este grupo en bronce formaba parte de una serie de doce bronces realizados entre 1722 y 1725 para la electora palatina Ana María Luisa de Médicis (1667-1743), hija de Cosme III de Médicis, que en 1691 se casó con el elector palatino Johann Wilhem von der Pfalz-Neuburg, con el que no tuvo hijos. Vivió en la corte de Dusseldorf hasta la muerte de su esposo, y en 1717 regresó a Florencia, donde murió. Fue un gran mecenas de las artes y su nombre está ligado a este importante encargo de doce bronces que adornaban sus dependencias en el palacio Pitti de Florencia, realizados por los broncistas más sobresalientes de aquel momento.
El autor de este grupo (firmado y fechado en la parte posterior del pilar donde se sienta Jesús: “GIROLAMO/ TICCIATI . F. A. 1724”), fue un artista de éxito en su tiempo y este grupo es el único ejemplo conocido realizado en bronce salido de sus manos. Se conocen otras versiones realizadas en porcelana policromada en la fábrica de Doccia, manufactura que utilizó los modelos de estos bronces para pasarlos a dicho material.
Ana María Luisa heredó las colecciones de su familia al morir su hermano en 1737 y ella posteriormente legó todo al estado florentino, con la condición expresa en su testamento de la prohibición de su venta o traslado más allá de los confines regionales, cláusula que no se cumplió. Este bronce y otros tres más fueron vendidos en París en 1803 y adquiridos por un coleccionista francés, el conde de Paroy, quien a su vez se los vendió al rey Carlos IV de España. Desde 1803 forma parte de las colecciones reales españolas. Patrimonio Nacional cuenta con este grupo y otro más de la serie (nº inv. 10073558) ; el Museo del Prado posee también uno y el resto se reparten en museos italianos, americanos, ingleses, alemanes y rusos.