En el sepulcro perteneciente a Leonor de Castilla (+1244), hija de los reyes fundadores del Monasterio de las Huelgas y reina de Aragón por su matrimonio con Jaime I, se conservaba un traje completo que ejemplifica a la perfección la moda femenina del siglo XIII: una camisa a dobladillo doble como ropa interior, sobre la que se vestían tres prendas a conjunto, en primer lugar un brial encordado que permitía ver la camisa, un pellote vestido encima del brial, y un manto. Los tipos de prendas responden a los mismos modelos que en el traje masculino, diferenciándose por la longitud de los vestidos, más largos en el caso femenino.
La saya, llamada brial por estar confeccionada con ricas telas, podía ser holgada, o ajustada a la cintura con un cinturón. En este caso presenta un cuello redondo con escotadura central en V de gran longitud y va ajustada al cuerpo mediante una cinta en su lado izquierdo. No tiene mangas, y va encordada desde la axila hasta el talle, permitiendo no solamente ajustarla, definiendo de esta forma la silueta femenina, sino además observar la rica camisa interior. Su gran longitud, -190 cm cms-, implica que se debería recoger para poder andar. Evidentemente, esta característica sólo se produce en el traje de clases muy altas que no necesitan una indumentaria práctica que proporcione libertad de movimientos para poder trabajar.
El pellote fue la prenda preferida del periodo, sobre todo en su versión con grandes escotaduras laterales, que deja hombros y torso al aire. Presenta cuello redondo y gran escotadura central en V con falda de mucho vuelo. Esa característica fue la aportación española, según Carmen Bernís, a la moda internacional imperante en el siglo XIII. Es una pieza con mucho vuelo, y sus aberturas laterales permitirían lucir las ricas prendas inferiores -camisa y brial-, redundando en esa idea de un traje propio de las clases más altas. Estaba forrado de piel rubia, cortada en pedazos de 16 cms. El manto, de forma semicircular, es también una prenda típica del periodo.
La decoración de todas las prendas es geométrica de tipo romboidal con los colores, blanco, crema, verde y oro; responde al tipo árabe de sebka. Los rombos contienen estrellas de ocho puntas y entre ellos se sitúan motivos florales. Dos franjas en la parte inferior del pellote contienen inscripciones que según Gómez Moreno significan “Bendición”.
Manuel Gómez Moreno, insigne historiador presente en la apertura del Panteón para estudiar los ajuares, incluyó este traje dentro de su “serie clásica árabe”, siendo desde entonces atribuida su manufactura a un taller andalusí, entre otros por Dorothy Shepherd o Concha Herrero. Sophie Desrosiers concreta el lugar de tejeduría en Granada, sitio que propone para los textiles similares procedentes de Villalcázar de Sirga.
En efecto, la decoración de este tejido de gran riqueza es muy similar a los textiles con los que se confeccionaron la capa y el pellote del infante Felipe (+1274), hijo de Fernando III el Santo, procedentes de su sepulcro en la iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga (Palencia), y conservados en varias instituciones, como el Museo Arqueológico Nacional (inv 51010), el Instituto Valencia de don Juan (inv. 2069), o el Musée National de Moyen Âge-Thermes de Cluny (inv Cl 18598 a y b).
Esta similitud ha sido recogida por diversos autores, como Manuel Gómez Moreno, Dorothy Shepherd, y Florence Lewis May, para quien esta correspondencia evidencia la existencia de una manufactura especial dedicada a hacer este tipo de obras, Concha Herrero, o Cristina Partearroyo, señalan que el precedente ornamental se debe buscar en los marfiles malagueños de época califal. Florence Lewis May lo buscó también en los capiteles de la sinagoga de Santa María la Blanca en Toledo.