El siglo XIX fue un periodo de gran creatividad en el que se patentaron numerosos inventos, a los que el mundo de la música no se mantuvo ajeno. Uno de los más curiosos es el que aquí se presenta, conocido bajo el nombre de «quirogimnasio». Un aparato inventado en 1840 por el francés Casimiro Martín, ideado con un planteamiento técnico y pedagógico, para que los instrumentistas en general y, en concreto, los pianistas hiciesen calentamientos y estiramientos de las manos y los dedos. Dos años después de su creación, en 1842, Martín obtuvo la patente francesa y le regaló este lujoso ejemplar a la reina Isabel II, tal y como consta en el pomo de marfil que lo decora. Se trata de un singular artilugio, de carácter portátil y forma rectangular, realizado con materiales nobles de alta calidad como madera de ébano y caoba, cuero teñido de color rojo, elementos de carey, marfil y metal dorado. Sobre este tablero plano se distribuyen nueve aparatos, todos ellos numerados, que los músicos debían activar para fortalecer las falanges y adquirir agilidad y fuerza en los dedos. Poco tiempo después, en 1843, Martín publicó un manual de instrucciones de uso, que firmó como constructor de pianos, en el que incluía diversos ejercicios prácticos e ilustraciones. En la Real Biblioteca del Palacio Real se conserva una primera edición de este manual titulado «Méthode de Chirogymnaste ou gymnase des doigts». Durante largos años este aparato tuvo una gran demanda. Prueba de ello fue la reedición de este manual, así como los numerosos ejemplares que Martín construyó, comercializó y distribuyó entre intérpretes, compositores y diversos conservatorios de Europa. Unas instituciones que prolongaron su uso entre los alumnos, al menos, hasta la primera década del siglo XX. Actualmente, se conocen otros tres quirogimnasios, atribuidos a Martín, presentes en los Museos de Instrumentos Musicales de Bruselas y Berlín, así como en el Museo de la Música de París.
Texto: María José Suárez Martínez