Tras la muerte del rey Fernando VII en 1833, la joven princesa Isabel de Borbón se convirtió en reina a la edad de tres años gracias a la aprobación, en 1830, de la Pragmática Sanción, derogadora del reglamento de sucesión establecido por Felipe V, según el cual los varones tenían preferencia sobre las mujeres en la línea sucesoria. Este hecho dio lugar al inicio de las guerras carlistas, suponiendo la realización de este trono infantil uno de los mejores ejemplos de las acciones que se llevaron a cabo para legitimar el derecho de la pequeña soberana a ceñir la corona.
El mueble está realizado en maderas de caoba, palo rosa y palosanto con marquetería de latón y aplicaciones de talla dorada. A pesar de reinterpretar el estilo imperio francés, su original forma y el sistema rotatorio del asiento hacen de este mueble una obra absolutamente original. Igualmente, el predominio de la línea curva en la estructura dota a la pieza de dinamismo y movimiento, lo que queda acentuado por el reposapiés y el respaldo rematado por el copete en góndola.
La parte trasera del respaldo está dominada por el escudo de la reina timbrado por la corona real, simbología que queda reiterada gracias a la presencia de las flores de lis entre coronas de laurel que perfilan la cintura del mueble o a la presencia de los perros que sirven de soporte a los reposabrazos, siendo este animal símbolo de la fidelidad. En cuanto a la tapicería, realizada en seda azul con motivos bordados en hilos de seda y plata, presenta el anagrama de la reina entre aquellos de sus padres, Fernando VII y María Cristina de Borbón. Es este textil el que relaciona este trono con el manto infantil de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, creada por el rey Carlos III y de la cual el rey o reina de España ostentaban —y aún hoy día lo hacen— el cargo de gran maestre.
Texto: Mario Mateos Martín