El «Políptico de Isabel la Católica» es un extraordinario conjunto de quince obras sobre tabla de pequeño tamaño, con bellísimas escenas tipo miniatura de la vida de Cristo, que destacan por la exquisita delicadeza de su técnica y la gran originalidad con que están representados los temas evangélicos, con la inclusión de personajes vestidos a la moda de la época. Las pinturas estaban destinadas a un uso devocional de la reina, por lo que nunca debieron estar montadas como retablo, sino posiblemente estuvieron sueltas para su examen individual. Su reducido tamaño permitió que pudieran acompañarle en los continuos viajes por sus reinos, como así lo corrobora su localización en Medina del Campo cuando Isabel la Católica murió el 26 de noviembre de 1504. El carácter privado de estas tablitas también se deja sentir en el hecho de que Isabel y su marido, Fernando de Aragón, estuvieran representados en algunas de ellas, como así parecen figurar en «La multiplicación de los panes y los peces», o sólo el rey, en la «La entrada de Cristo a Jerusalén», como fieles seguidores de Cristo.
Según el inventario de bienes de Isabel la Católica, llevado a cabo el 25 febrero de 1505 en el castillo de Toro, el conjunto estaba compuesto de cuarenta y siete tablas, procediéndose de inmediato a su desmembramiento ante su venta en pública almoneda. Por ello, sólo han llegado hasta nosotros un total de veintisiete pinturas, hoy repartidas entre muy diferentes colecciones europeas y americanas. El lote más importante, compuesto de treinta y dos piezas, fue el reunido en el palacio de Malinas por Margarita de Austria, gobernadora de los Países Bajos, quien las heredó de su hermano Felipe I el Hermoso, que las había adquirido en la almoneda de su suegra la reina Isabel. A la muerte de Margarita en 1530, ya solamente se registran las veinte que fueron heredadas por su sobrino Carlos V, quien las regaló a su mujer Isabel de Portugal, y así, de esta forma, se incorporan a las colecciones reales españolas. Todas ellas se describen en el inventario del Alcázar de Madrid de 1600, hecho a la muerte de Felipe II. Pero la serie no vuelve a documentarse hasta finales del siglo XVIII, cuando aparecen descritas en la Casa de Campo de San Lorenzo de El Escorial, pero ya eran únicamente dieciséis. La última pintura que se desvinculó de la Corona fue la «Santa Cena», capturada por el duque de Wellington en el equipaje de José Bonaparte en 1813 en Vitoria y regalada por Fernando VII al almirante inglés en 1816, hoy expuesta en la colección del citado duque en Apsley House, Londres. Las quince tablas que las colecciones de Patrimonio Nacional conservan en la actualidad son:
«La tempestad calmada»
«La multiplicación de los panes y los peces»
«Cristo y la mujer cananea»
«Cristo en casa de Simón el Fariseo»
«La transfiguración del Señor»
«La resurrección de Lázaro»
«La entrada de Cristo en Jerusalén»
«El prendimiento de Cristo»
«Los improperios en casa de Caifás»
«Cristo ante Pilatos»
«La bajada de Cristo al Limbo»
«Las tres Marías ante el sepulcro»
«La aparición de Cristo a María Magdalena» o «Noli me tangere»
«La cena de Emaús»
«La venida del Espíritu Santo» o «Pentecostés»
La única fuente documental relacionada con la autoría del Políptico es el inventario de la colección de Margarita de Austria de 1516, que nos revela la participación concreta de Michiel Sittow (h. 1469-1525/26), pintor estonio al servicio de Isabel la Católica desde 1492, en dos de las treinta y dos tablas existentes en el palacio de Malinas: «La Ascensión», hoy depositada en la National Gallery de Londres, y «La Asunción» de la National Gallery de Washington. Ambas aparecían conformando un pequeño díptico. Las otras veinticinco tablas conservadas se atribuyen, desde que lo ratificara de forma contundente Carl Justi (1887), a Juan de Flandes, otro de los pintores oficiales que trabajó para la casa de la reina desde 1496 hasta finales de 1504, coincidiendo con la muerte de Isabel la Católica. Esta atribución se basa fundamentalmente en razones estilísticas, al establecerse claras conexiones con obras seguras del artista, que han servido de fundamento para establecer su catálogo artístico, como son el «Retablo de la vida del Bautista», realizado por encargo de la reina para la Cartuja de Miraflores en Burgos en el año de entrada a su servicio en 1496; el «Retablo de san Miguel» del Museo Diocesano de Salamanca; o el «Retablo mayor» de la Catedral de Palencia. A pesar de estas pequeñas diferencias, el conjunto presenta, incluidas las dos tablas seguras de Sittow, una verdadera uniformidad artística, con una tipología idéntica de personajes y una pintura basada en el formato y en la factura técnica de la miniatura, que refleja la mutua formación de ambos pintores en los centros flamencos de Gante y Brujas durante la década de los setenta del siglo XV. El dibujo es exquisito y la técnica, tan delicada, se consigue a base de aplicar el óleo a modo de veladuras con muy ligeros empastes, que hacen que sus figuras se fusionen elegantemente con el paisaje y la atmósfera.
Texto: Carmen García-Frías Checa