El duque Carlo Emanuel I de Saboya contrajo matrimonio en Zaragoza, en 1585, con la infanta Catalina Micaela, hija de Felipe II. Con motivo del enlace el duque regaló esta caja a su cuñada la infanta Isabel Clara Eugenia. En la Relacion del viaje hecho por Felipe II en 1585 á Zaragoza, Barcelona y Valencia, con motivo de la boda de su hija, escrita por Henrique Cock, se relata que el duque tras la ceremonia de esponsales ofreció a Isabel “un diamante y una caseta de cristal adornada de oro y joyas y dos paños de brocado, cuyo valor es de cuarenta mil ducados”.
Isabel utilizó esta caja como joyero hasta el 30 de junio de 1593, fecha en que la donó al Monasterio de El Escorial. Fue utilizada como arca del monumento para custodiar el Santísimo el día de Jueves Santo. Cuando no se usaba para este fin, se convertía en relicario.
De forma prismática rectangular, apoya en cuatro figuras de sátiros, con una perla engastada en su cuerpo, que hacen la función de patas. Sobre ellas, un friso adornado con óvalos de lapislázuli embutidos en plata y, sobre éste, un zócalo embellecido con camafeos, mascarones de piedras duras y pequeñas joyas esmaltadas y engastadas con perlas y esmeraldas. En las esquinas de la caja aparecen cuatro cariátides y en cada cara, una placa ovalada de cristal de roca tallado, siendo las dos de los frentes más grandes que las de los laterales. Las escenas talladas representan temas alegóricos alusivos a los cuatro elementos: agua, fuego, aire y tierra. Estas placas se enmarcan por molduras decoradas con broches de oro esmaltados en blanco, verde y rojo y un fondo de labor calada salpicado de joyas de oro esmaltadas.
La tapa apoya en una cornisa saliente con baquetones, rematada en las cuatro esquinas por figuras fantásticas. Es de forma tronco piramidal y sus caras también están decoradas por placas ovales de cristal de roca talladas que representan las cuatro estaciones del año. El resto de la caja adorna con camafeos y engastes de perlas sobre un fondo calado. La cara superior lleva otro cristal tallado y ovalado de gran tamaño en el que se representa el carro de Apolo.
En el interior, presenta un fondo de mosaico compuesto por jades, jaspes, ágatas y lapislázuli. En la parte inferior, tiene un cajón con una bandeja dividida en varios compartimentos forrados de terciopelo.
Dos inscripciones grabadas en este cajón confirman que la arqueta fue restaurada al menos en dos ocasiones: una en 1737 y otra en 1887. En la primera, se desmontaron algunas piezas fundamentales que adornaban la caja como los camafeos y las cariátides. Éstas últimas fueron sustituidas por columnas. Afortunadamente el artífice guardó todas las piezas en el interior del cajón y dejó constancia de su intervención con una inscripción: “AÑO DE 1737 ME COMPUSO VALLE DE OLID”. Debe tratarse del platero madrileño Manuel del Valle.
La segunda restauración fue la más importante y la más documentada. Tuvo lugar con motivo de la selección del cofre para su exhibición en la Exposición Universal de Barcelona celebrada en el año 1888. Los datos documentales conservados en el Archivo de Palacio indican que fue restaurada en profundidad. El encargado de hacerlo fue el artífice francés Alfred André, en su taller de París, entre 1885 y 1887. Dejó también constancia de su intervención en otra inscripción en el borde del cajón: “ME RESTAURO ALFRED ANDRE PARIS 1887”. Esta restauración se valoró en 27.384 francos y 72 céntimos y en ella se rehicieron muchas de las piezas perdidas basándose en la descripción que de ella se hace en el Libro de Entregas del Monasterio de El Escorial. De esta documentación se deduce que del cofre original sólo sobrevivieron los cristales de roca tallados y uno de los sátiros, convertido en columna zoomórfica, y colocado en una de las esquinas.
Respecto a los autores de esta obra son varias las teorías barajadas durante los últimos años. Los cristales tallados se debieron realizar en el taller de Annibale Fontana. La finura del diseño y su ejecución coincide con las placas de la arqueta del Museo de Nápoles. Los dibujos de diseños realizados por D’ Aluigi, platero de Carlo Emanuel de Saboya, propician también la atribución de la caja a éste.