Fernando VI heredó de su padre Felipe V su importante colección de relojes y su pasión e interés por la relojería inglesa. Desde su juventud se interesó por estos objetos que adquirió a los proveedores habituales de la corte española, muchos de ellos con tienda abierta en París. Su reinado, el más breve del siglo XVIII sin contar el de su hermano Luís, fue uno de los más ricos en cuanto a la calidad técnica y artística de los relojes que aún decoran los salones del palacio madrileño. Al acceder al trono, se encontró con un palacio real nuevo en construcción y aunque le gustaban más los pequeños relojes de coleccionismo se rodeó de magníficas obras de origen inglés y promovió a los relojeros españoles con pensiones para que perfeccionaran sus estudios en el extranjero.
Los encargos más importantes se realizaron a consagrados maestros relojeros ingleses. Uno de ellos fue John Ellicott del que aún se conservan dos magníficos ejemplares en el Palacio Real de Madrid, este regulador y un bracket, ambos en caja de madera de ébano.
Ellicott, hijo del relojero del mismo nombre, nació en 1706. Se estableció en Sweeting’s Alley, cerca de Royal Exchange, en 1728. No consta su vinculación con la Clockmaker’s Company ni tampoco su período de formación en las escuelas de relojería ya que debió de aprender con su padre. Inventó el péndulo de compensación térmica y desarrolló el escape de cilindro. En algunos de sus últimos movimientos empleó piedras de rubí en los rodamientos. Fue miembro del consejo de la Royal Society durante tres años. Fue nombrado clockmaker del rey Jorge III. Falleció en 1772.
Ellicott, al igual que el relojero George Graham, comenzó a vender relojes a Fernando VI cuando éste era aún Príncipe de Asturias. En una relación de gastos de la tesorería mayor, de un período comprendido entre el 24 de junio de 1746 y el 29 de agosto de 1750, figura que el tesorero Antonio Ruiz, obedeciendo ordenes del marqués de la Ensenada, entregó 360 reales a “unos portugueses que condujeron un relox que regaló el rey de Portugal al Rey N. S.. Este dato confirma la tesis de que este reloj debió de ser un regalo del rey de Portugal a los monarcas españoles con motivo de su ascensión al trono en 1746, fecha en la que Ellicott ya colaboraba con la corte española y había alcanzado la madurez y la maestría científica necesarias para fabricar relojes de gran complicación técnica.
El reloj es un regulador de ecuación cuya caja de ébano está adornada con aplicaciones de bronce dorado à l’or moulu cinceladas a buril. El cabezal luce un copete denominado “de pagoda” adornado con tres remates en forma de jarrón. Columnas doradas flanquean la esfera y un cristal protege las muestras. Una greca decorativa en la parte superior del cabezal permite la salida de la sonería. El tronco recto, adornado con volutas y motivos vegetales en el arranque, dispone de puerta delantera con dos cerraduras para crear simetría. En la parte superior del tronco, muestra de perfil triangular para indicar otras indicaciones del reloj. Zócalo rectangular, asimismo adornado con aplicaciones de tipo vegetal en bronce dorado sobre patas en forma de garra de bronce. Todos los letreros están escritos y grabados en lengua portuguesa.
En el cabezal, dial metálico, de doce horas, con números romanos para las horas y árabes para los minutos. Pequeña muestra para el segundero debajo de la cifra XII. Aguja de ecuación para indicar la diferencia entre la hora solar y la hora media. Encima del dial se colocaron dos anillos, uno con el calendario lunar y otro, graduado en dos ciclos de XII horas, para indicar los días y las noches. En su interior, un globo celeste gira sobre su eje. Firmado en la esfera: “John Ellicott/ London”.
La ventana situada bajo el cabezal, en la parte superior del tronco, de perfiles ondulados enmarcada por motivos vegetales en bronce dorado, indica el calendario, fechas, meses, atraso y adelanto del sol, signos del zodiaco, así como la tabla de la ecuación del tiempo y las salidas y puestas de sol.
La potente máquina del reloj dispone de un tren de movimiento con una sola pesa y escape de áncora que mantiene la marcha del reloj ocho días. El péndulo y la lenteja con compensación térmica. En un lateral dispone de una palanca para regular el péndulo.
Responde al estilo de los “longcase” británicos de mediados del siglo XVIII aunque con caja muy enriquecida con los adornos en bronce dorado tal vez por exigencia del cliente. Reúne todos los adelantos técnicos de la relojería inglesa al disponer de aguja para la ecuación del tiempo y péndulo con compensación térmica, ambos elementos fundamentales para precisar al máximo la medida del tiempo, primordial en una sociedad cada vez más interesada por la precisión.